La palabra “cívica” como tal, se utiliza principalmente acompañando a un sustantivo y funge como adjetivo, denotando todo lo relacionado al civismo o la convivencia social, por ejemplo, conciencia cívica.
El origen de la palabra tiene que ver con el ciudadano, de ahí surge, pues algo cívico es algo que cumple con las normas del civismo en una sociedad determinada, y es tarea de la educación cívica, vigilar que así sea, es decir, el formar ciudadanos que tengan un alto valor cívico.
En los programas de estudio, la educación cívica es de las más infames materias; ha sido históricamente tomada como una asignatura “de relleno”, pero por el contrario, en realidad es una materia de suma importancia para lograr tener sociedades con valores y respeto.
La cívica es una visión de una alternativa a la vida política del sistema de partidos que pretende unir a los habitantes de una comunidad en torno a los valores positivos de la vida social, los individuos en grupos de agregación, de diferentes orígenes sociales, trabajan juntos para lograr un objetivo común relacionados con la protección y la gestión de los bienes que pertenecen a la misma comunidad, por lo tanto, una actitud cívica debe apoyar estos hechos.
Una actitud cívica transmite el estímulo para trabajar por la calidad de vida de la comunidad, a una ciudad a escala humana, donde los ciudadanos pueden asociarse libremente para gestionar como mejor les parezca el entorno en el que viven.
Forjar los valores cívicos es crear ciudadanos respetuosos de sus obligaciones y derechos, a la par que muy proactivos en las labores sociales que requieren de su presencia, como votar en las elecciones, cuidar el entorno citadino y del país, educar a las nuevas generaciones, mantener siempre un alto nivel de respeto y altruismo, y principalmente, estar al pendiente de su comunidad.